de Sergio Zenteno

La Baika de Oro

por Sergio Zenteno Bencomo

Rolando Gómez Parra, un narco de Tijuana, en una prendida de foco, compró una preciosa bicicleta de oro puro, encargada discretamente a un diseñador europeo. La exhibió en su sala y raramente la pedaleaba. Era más bien tema de conversación durante parties y reuniones con sus amigotes y familia.

Un día, el capo recibió órdenes de trasladarse a Monterrey para atender ciertos asuntos. Su estancia ahí se prolongó bastante y decidió comunicarse con su chalán en Tijuana, su brazo derecho, a quien le indicó que pintara la bici y se la diera a Jacinto, el hijo del narco, como regalo al regresar de estudiar, ya que estaba en la capital.

Una vez en Tijuana, Jacinto pasaba gran parte de su tiempo con la novia y rara vez usaba la bici, la que acumulaba polvo en la bodega. Meses después la familia recibió la grave noticia que Gómez Parra estaba malherido y preso en México D.F. A raíz de un desenlace policial.

La familia de Gómez Parra se hundió en terrible crisis por varios meses, la fortuna se desvanecía rápidamente, las autoridades terminaron incautando las propiedades de Gómez Parra. Su hijo, Jacinto Gómez Godoy decidió cambiarse a Ensenada.

Entre sus pertenencias: una bici de oro (lo que él ignoraba) que había sido pintada con esmalte rojo. Ensenada le parece plácida, pero extraña el ajetreo de Tijuana, empezó a surfear y vivía en la zona de La Moderna. No hay mucho que hacer y se la pasa saliendo a fiestas y bares con amigos de la prepa.

Tiene planes de irse a San Diego, donde parientes le han presentado posibilidades de negocio. Un día llega al apartamento y se han metido a robar, se da cuenta que su laptop no está, y su estéreo, y la bici. Días después, un malandro se cae de la hurtada bicicleta en la Ruiz y Segunda. La bici se raspa y se da cuenta que debajo de la pintura el metal es dorado. Empieza a rayar el esmalte e inmensamente asombrado sospecha que la bici es de algún metal fino. ¿Oro? Termina llevándola a alguien en la Gastélum que compra cosas y sabe de metales, el bato ese le ofrece 10 mil pesos.

A partir de entonces y por unos meses la vida del malandro cambia drásticamente mientras que la bicicleta pasa de mano en mano. En el hampa se rumora que la «baika de oro» de Gómez Parra ha re-aparecido en Ensenada. Para algunos de sus amigos y asociados la baika es de gran valor sentimental; sin dejar de lado el valor “real” y se da cierta movilización para «levantarla».

Tiempo después, un placa federal, nuevo dueño, por temor de meterse en problemas, se la da a un joyero para derretir y convertirla; pero le dán gane en su taller. Así es la vida. Se rumora que partes pintadas de la baika rolan en Ensenada y que algunas ya han caído en el kilo.

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